‘Debí tirar más fotos’, de Bad Bunny: las sillas de plástico como símbolo cultural

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‘Debí tirar más fotos’, de Bad Bunny: las sillas de plástico como símbolo cultural

Pommer Irina. Shutterstock

Puede o no gustarle la música del cantante puertorriqueño Bad Bunny, pero lo que es innegable es que es un fenómeno. Debí tirar más fotos es el nombre de su álbum más reciente, que sólo unos días después de ser publicado ya es el más oído del mundo en Spotify y puntea en las listas de Billboard

Este es probablemente su trabajo más político hasta el momento. En él, deja claro un manifiesto identitario sobre su país y defiende su cultura con un enfoque con el que critica la relación colonialista que tiene la isla con Estados Unidos. 

En el álbum abundan los ritmos folclóricos caribeños, como la salsa, la bomba y la plena. “Todas las canciones de salsa están hechas por muchachos de la Escuela Libre de Música. Todos tienen 18, 19, 21 años, jóvenes con mucha pasión y energía. Porque la gente piensa, oh, ahora todos los jóvenes hacen reguetón. No, hay muchos grandes músicos, jóvenes, que solo están esperando por la oportunidad”, cuenta el cantante en una entrevista con The New York Times

La portada de Debí tirar más fotos, que también ha dado mucho de qué hablar, no es más que una reafirmación de los temas del disco y una exaltación de la cultura puertorriqueña, caribeña y latinoamericana. En ella, aparecen dos sillas de plástico en frente de lo que parece un muro de vegetación caribeña. 

La historia de las sillas de ‘Debí tirar más fotos’

Sillas como las de 'Debí tirar más fotos'.
Fotografía: Bayu Prahara. Unsplash.

Estas sillas son tan comunes y corrientes que quizás no esperaríamos leer un artículo sobre ellas en una revista de diseño. Es más, puede que nos parezcan ordinarias. Pero si las vemos en todas partes desde que somos niños debe ser porque tienen algo valioso. 

Son la expresión máxima del triunfo de la practicidad sobre la estética: muchos las describen como útiles, pero feas. Son livianas, apilables, resistentes, cómodas y baratas. Amadas y odiadas —como Bad Bunny y su música—, son un prodigio del diseño industrial y por eso son consideradas las sillas universales. No pertenecen a ningún lugar ni a ninguna época. Pueden estar en una playa en Australia, en un salón comunal en Colombia o en el MoMA de Nueva York. 

Fotografía: Evgeniya Telennaya. Shutterstock

De hecho, esta pieza tiene muchos nombres: silla de plástico, silla de jardín, white plastic chair, monobloc, monobloque —pues está hecha con un molde y es un sólo bloque de plástico— o Rimax, que es como las conocemos en Colombia, y que es el nombre de una de las marcas que las comercializa en el país. 

Su origen data de mitad del siglo pasado. El diseñador canadiense D.C. Simpson inventó la primera monobloc, pero era difícil de producir en masa. “En los años 60, por el contrario, los diseñadores se interesaron mucho en la idea de las sillas modulares. El concepto de un solo bloque de plástico tiene ejemplos como la Bofinger Chair de Helmut Bätzner y la Universal Chair de Joe Colombo”, cuenta la revista especializada Elle Decor.

En la siguiente década, el francés Henry Massonnet creó la Fauteuil 300, que fue la antecesora más cercana a la Resin Garden Chair, de la compañía Grosfillex, que es, desde 1983, la silla que todos conocemos y que han replicado otras marcas como Rimax o Vanyplas. 

La monobloc y lo cotidiano

Sillas como las de 'Debí tirar más fotos'.
Fotografía: Sushant Vohra. Unsplash

La monobloc suele ser blanca, pero en países como Colombia —y probablemente en el Puerto Rico que se celebra en Debí tirar más fotos— a veces es de colores vivos y sobre ellas están impresas marcas de gaseosa y cerveza. Y es que si bien es cierto que este diseño es atemporal e internacional, la ‘rimax’ está muy arraigada a la cultura de Latinoamérica y el Caribe, al punto de que nos es completamente cercana e incluso nos es difícil verle la gracia. 

“Recuerdo que antes las fotos eran algo muy especial. Hoy puedes tomar fotos de todo. (…) Así que ese es el significado del título (del disco: Debí tirar más fotos): deberías apreciar más los momentos y a las personas. No es una disculpa, es más bien un recordatorio para mí mismo”, dice Bad Bunny en la entrevista del Times

Hay una diferencia entre caer en el lugar común y apelar al imaginario colectivo desde la iconografía de lo familiar: todos hemos vivido entre sillas monobloc, pero nadie las había puesto en una portada de un disco, quizás porque nadie las consideraba dignas de ocupar ese lugar. Bad Bunny recrea un escenario cotidiano y echa mano de un diseño icónico y controvertido, pero universal, para enaltecer la belleza de lo cotidiano y de su paisaje cultural.

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