En una casa antigua del centro de Bucaramanga, Santander, con más de seis décadas de historia, nació Nola Café & Cocina, un espacio de 270 metros cuadrados. Liderado por el arquitecto Alejandro Villamil Meléndez, el proyecto es la manifestación tangible de un sueño compartido con su esposa, chef y socia del lugar, que se gestó entre calles italianas, pero cobró sentido en Colombia.

“Queríamos traer una nueva sensibilidad espacial a Bucaramanga (Santander): una arquitectura silenciosa, honesta, donde el espacio habla por sí solo”, explica Villamil, fundador de Baral Studio. La visión desde el inicio fue evitar ornamentos, rechazar lo accesorio y permitir que la luz, el vacío y la textura se convirtieran en los verdaderos protagonistas.

Sobre la propuesta del café
Esta obra además de proyectarse como un negocio gastronómico que también se destaca por su valor arquitectónico. Desde el principio, Baral Studio diseñó simultáneamente la marca y el espacio, construyendo una narrativa coherente entre identidad gráfica, experiencia culinaria y atmósfera.

“El eslogan ‘ideas sencillas bien hechas’ se convirtió en un principio rector”, afirma Villamil. Esa idea tomó forma en una paleta cromática cálida, con tonos tierra, beige, terracota y rojizos, que definieron materiales, mobiliario y sensaciones.

Cada rincón del café fue pensado para provocar emociones precisas: “Queríamos que, al ingresar a Nola Café, las personas sintieran una mezcla de calma, asombro e interés”, asegura el arquitecto. El espacio tiene la cualidad de suspender el tiempo: invita a mirar, respirar, permanecer, ya sea en uno de sus dos salones versátiles o en la tribuna diseñada para jóvenes lectores.

Materialidad empleada en el diseño
En cuanto a los materiales, Nola es una composición refinada y sincera. El microcemento cubre pisos y muros, generando continuidad y una estética brutalista matizada por el uso estratégico del metal y la nobleza de la madera. Además, el diálogo entre lo nuevo y lo preexistente se potencia en el patio, donde el ladrillo a la vista de la estructura original fue rescatado como gesto arqueológico y emocional.

“Nos interesaba que cada material hablara por sí mismo”, comenta Villamil. La honestidad constructiva se hace evidente no solo en la forma, sino también en los detalles menos visibles. Como las decoraciones hechas a mano por su esposa, elaboradas con barro de Barichara —pueblo en el que vivieron mientras desarrollaban otro proyecto, Casa Guatí —. “Son piezas pequeñas, pero muy significativas”.

Diseño operativo y emocional
Además de la estética, el diseño resuelve con precisión las exigencias operativas del lugar. Por ejemplo, un elemento funcional es la barra, ubicada en el centro como articulador de flujos. A los lados, la cocina, la bodega y los baños se distribuyen de forma eficiente. Esta lógica permite que el espacio se adapte a distintos usos y situaciones.

Como explica el arquitecto, “Nola es un proyecto profundamente emocional para nosotros. Cada decisión de diseño fue personal, pensada con mucho cuidado”. No sorprende, entonces, que también haya reservado una zona para su oficina de arquitectura dentro del mismo lugar. “Hace que el espacio esté vivo a diario desde el diseño, la cocina y la gestión”.

Lo que distingue a Nola es su vocación para la permanencia. No se trata de un café de paso. Es un refugio urbano que abraza, que se siente como estar en la sala o en el estudio de la casa. Proponiendo así, un lugar para quedarse.