La arquitectura de esta casa en Villeta propone otra forma de habitar el trópico

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La arquitectura de esta casa en Villeta propone otra forma de habitar el trópico

Iván Ortiz, producción Mariana Arango

La arquitectura que se construye en el trópico, tanto vernácula como profesional, se ha caracterizado por formas y espacios que promueven la vida entre el afuera y el adentro. El alero, el patio y las terrazas son parte de nuestro lenguaje arquitectónico y nos permiten habitar esos lugares intermedios, en sombra y protegidos del agua. 

Paradójicamente, la obra del alemán Ludwig Mies van der Rohe, uno de los grandes maestros de la arquitectura moderna del siglo XX, ha influido de manera significativa en el entorno construido de latitudes tropicales. Sus edificios, con cubiertas planas flotadas y pisos interiores que continúan hacia afuera gracias a fachadas acristaladas, son hoy modelos pertinentes en estas regiones. 

Sin embargo, esta arquitectura “miesiana”, ligera y transparente, no es la única posibilidad relevante para el trópico. Esta casa, diseñada y construida en Villeta (Cundinamarca) por los arquitectos bogotanos Alexander Brunner y Daniel Guzmán, se vale de otra postura para establecer relaciones potentes con su entorno: la masa horadada.

Lejos de ser concebida a partir de una expresión ingrávida, la casa se presenta como un volumen cerrado, de muros gruesos perforados estratégicamente con vanos profundos. Una pieza escultórica, anclada a la topografía inclinada del lote. 

La arquitectura de la casa

El deseo de privacidad de los clientes condujo a los arquitectos a diseñar una casa que se vincula con el paisaje, no a través de la transparencia, sino mediante la introducción deliberada del sol, la lluvia y la vegetación a un interior reservado, debido a sus aberturas que se convierten en umbrales y pequeños patios. Una masa agujereada, que ofrece una mirada controlada del exterior desde la intimidad.

El acceso a la residencia se hace por medio de una escalera topográfica que conduce a un zaguán cubierto, donde se conservó uno de los árboles existentes en el lote. Los arquitectos distribuyeron las áreas de la casa en niveles para adaptarse a la pendiente del terreno.

Así, el espacio de ingreso, donde además aparece la zona social, ocupa el piso intermedio, desde el que se sube y se baja a los ambientes privados gracias a una escalera-patio, animada con un jardín y un espejo de agua. 

Moverse por la casa implica experimentar la geografía del lugar. El salón, el comedor y la cocina se integran con una terraza inundada de luz solar, donde una piscina rectangular se funde con el horizonte.

Por su parte, la alcoba principal, el estudio y un salón de juegos en el nivel superior comparten un balcón. Abajo están las habitaciones secundarias, organizadas en galería a lo largo de un corredor que, como todas las circulaciones, remata en una apertura que mezcla el interior con los jardines.

La casa se construyó con un sistema estructural de pórticos, con columnas moduladas a intervalos regulares, ocultas en el espesor de los muros. Estos, armados en mampostería, se revistieron con un revoque pigmentado de color ocre intenso. El tono del proyecto no solamente contrasta con el verde de la vegetación que lo rodea, sino que también unifica su arquitectura, pues aparece tanto en el exterior como en el interior. 

Los pisos en concreto y la carpintería de madera terminan de conformar la materialidad, en la que nada es postizo, nada es maquillaje. La decoración y el mobiliario estuvieron a cargo de Claudia Silva, quien propuso una serie de piezas que se integran de la mejor manera al diseño arquitectónico.

Con esta obra, Brunner y Guzmán plantean una arquitectura tropical que no opera desde la tradición del alero, del techo como generador de sombra y las fachadas que son casi nada; por el contrario, aquí la masa es la que dispone relaciones con el paisaje, ya no absolutas y completamente abiertas, sino escogidas y cuidadosamente tejidas.

arquitectura casa Villeta

La vista aparece en la medida en la que los habitantes recorren la casa, el cielo se cuela por los huecos de su cubierta y la temperatura se controla con el cuerpo mismo de la construcción. Otra forma de habitar el trópico.

Cinco puntos para destacar de esta obra

1. A diferencia de las arquitecturas tropicales tradicionales, en las que predomina el papel del techo, esta casa aparece como un volumen unitario que produce sombra en su interior.

2. Los arquitectos propusieron una arquitectura cerrada debido al deseo de privacidad del cliente.

3. El color de la casa contrasta con la vegetación y se utiliza tanto adentro como afuera.

4. Las duchas abiertas aparecen como patios en contacto con el cielo.

5. En el área de la terraza y la piscina se conservaron árboles que animan este espacio exterior.

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