Un parque se eleva y es a la vez una cubierta en la Fundación Santa Fe

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Un parque se eleva y es a la vez una cubierta en la Fundación Santa Fe

Iván Ortiz

En 1896, el arquitecto estadounidense Louis Sullivan escribió un ensayo llamado El edificio de oficinas de gran altura desde una perspectiva artística. En este texto, Sullivan acuñó una de las frases más célebres sobre la arquitectura: “La forma sigue la función”. Esta sentencia inauguró para el siglo XX una doctrina en la que la dimensión estética de la arquitectura se relacionaría directamente con su condición utilitaria. 

El ideal moderno de eficiencia produjo tipologías espaciales y funcionales que aún hoy usamos, pero también condujo a la comunión —casi inexorable— entre la función de un edificio y su expresión: una casa debía parecer una casa, una torre de oficinas debía parecer una torre de oficinas, un teatro debía parecer un teatro… Esta aproximación al objeto arquitectónico pone a la función en el papel protagónico.

Sin embargo, toda obra de arquitectura debe funcionar o, dicho de otro modo, funcionar es lo menos que puede hacer cualquier edificio. La buena arquitectura nunca se conforma con la resolución funcional del encargo; por el contrario, busca siempre trascenderla para cualificar el entorno en el que se inserta y la vida de quienes la usan. Funcionar bien es necesario e innegociable, pero nunca suficiente.

La arquitectura de la Fundación Santa Fe de Bogotá

La nueva ala de hospitalización de la Fundación Santa Fe de Bogotá, diseñada por El Equipo Mazzanti, liderado por el arquitecto Giancarlo Mazzanti, aumenta la capacidad de esta institución con cien habitaciones para hospitalización, junto con espacios de parqueadero y áreas técnicas; pero además hace algo no solicitado en su encargo, pues concibe su cubierta como una plaza que conecta las dependencias de la entidad y genera una zona verde exterior para la socialización y el descanso, que se opone deliberadamente al sentido de aislamiento propio de la arquitectura hospitalaria. 

“Diseñamos el proyecto como un lugar que entiende que la recuperación de los enfermos tiene que empezar porque estos no se sientan aislados. Además, pensamos en crear un espacio para los usuarios que no están internos, como el personal médico, los visitantes y los estudiantes”, dice Juan Sebastián Pérez, arquitecto director del proyecto. 

El rechazo al aislamiento que propone esta obra trae consigo un cambio sobre la noción de lo privado en este tipo de infraestructuras. Así, los arquitectos se hicieron a la tarea de dotar al edificio de un sentido de comunidad en medio de jardines, con una arquitectura que se rompe y se pliega para establecer vínculos con el cielo, el viento y la luz del sol.

Para lograrlo, dispusieron las habitaciones en dos niveles, agrupadas en galería a lo largo de corredores, y en el centro de la planta dejaron un patio alargado con vegetación. Este vacío permite iluminar y ventilar las alcobas ubicadas en el interior, y por otro lado enfrenta sus fachadas para promover la relación visual entre los habitantes, controlando el nivel de privacidad con cortinas. 

El sótano de estacionamiento y los dos niveles de habitaciones los cubrieron con una placa habitable de hormigón de doble curvatura, que hace las veces de plaza y puente. Una superficie casi topográfica, dotada de amoblamiento urbano para el uso de la comunidad médica o incluso de los transeúntes. 

arquitectura nuevo edificio Fundación Santa Fe

Detalles del diseño del edificio

Hacia el patio, el pavimento de ladrillo —material utilizado desde los años setenta en el complejo de la Fundación— se funde poco a poco con grama, y genera una transición sutil entre espacios duros y zonas blandas. La curvatura que describe la plaza elevada garantiza la evacuación de la lluvia, pero además ofrece un recorrido en el que la perspectiva oculta sus extremos. Caminar por ella implica descubrirla, un deambular lúdico.

La imagen típica del sanatorio lúgubre y cerrado, hermanada históricamente con las edificaciones de reclusión como las prisiones, es remplazada en esta obra por una vecindad, por una mezcla entre el claustro y la plaza. La rigurosidad de su planta arquitectónica contrasta con su sección sinuosa que busca el paisaje. 

Si la forma sigue la función, en este proyecto persigue el encuentro, el paseo, la pausa y el reconocimiento de una vida exterior como soporte para la recuperación. En 2024, Giancarlo Mazzanti escribió El juego como función arquitectónica: aprender a vivir desde la creación y la participación, un libro en el que cuestiona el papel de la eficiencia como único motor de la arquitectura. En él dice: “El juego es la única opción que nos queda en un mundo gobernado por la eficacia y la productividad”.

Cinco puntos para destacar de esta obra

1. Al ocupar el último lote disponible de la Fundación Santa Fe de Bogotá, el proyecto se concibe más como un espacio público para el uso de la comunidad que como un edificio más.

2. La integración de esta nueva ala y su uso hospitalario implicaron un reto para los arquitectos en cuanto a la coordinación de las múltiples instalaciones y redes especiales.

3. La regularidad de la modulación espacial de la planta se desdibuja con una sección que rompe el edificio y lo cubre con una plaza elevada.

4. Los arquitectos propusieron un edificio de atención hospitalaria que se comporta como una vecindad con registro del exterior.

5. Con el uso del ladrillo como material principal, buscaron establecer un diálogo con las otras construcciones del complejo.

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