Esta premiada casa en el valle de Tenza se reconstruyó con estéticas de la región

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Esta premiada casa en el valle de Tenza se reconstruyó con estéticas de la región

Iván Ortiz

Ante el dominio de la arquitectura globalizada, resultado de la aplicación de técnicas constructivas modernas y materiales derivados de procesos industriales, esta casa se erige como un manifiesto a favor de los valores ancestrales de la vivienda vernácula en Colombia —especialmente del altiplano—, y de la recuperación de elementos a base de materiales naturales, como el adobe, el barro y la madera. 

No obstante, ese manifiesto solo se podía materializar mediante el reconocimiento de las cualidades que definen la arquitectura tradicional del lugar, renunciando así al mandato de la innovación y cuestionando la idea de que progreso equivale a novedad.

“En el valle de Tenza —región localizada en el norte de Cundinamarca, donde se ubica esta casa— existen, desde hace siglos, unos arquetipos de vivienda heredados del periodo colonial, que encarnan un vasto conocimiento sobre el espacio doméstico, desde la relación con el paisaje hasta la inercia térmica de los materiales”, afirma el arquitecto Óscar González, fundador, junto con su socia Diana Lancheros, de Cabida Arquitectura, estudio a cargo de este proyecto.

Todo este conocimiento no solo lo tuvieron en cuenta los arquitectos, sino que lo adquirieron. En vez de imponer un nuevo modelo vinculado a la estética contemporánea —caracterizada por grandes volúmenes de concreto y vidrio—, se reconstruyó una antigua casa utilizando las técnicas y materiales originales, pero sobre todo respetando la tipología de patio que definía su composición. 

“Aquí aparecen desafíos importantes, como el hecho de que es difícil encontrar trabajadores que dominen antiguas técnicas constructivas —principalmente el adobe y la tapia pisada—, ya que hoy en día no son muy demandadas. Sin embargo, nos propusimos no solo conseguir la mano de obra, sino también comprenderla, lo que supuso un aprendizaje mayor de la arquitectura vernácula de esta región del país”, asegura González.      

La propuesta para la renovación de la casa

El proyecto consistió en la restauración de la casa original —abandonada durante décadas— y en la adición de dos módulos, uno de los cuales es un baño construido en ladrillo recocido, fabricado en la zona. Con la intención de preservar el carácter vernáculo de la arquitectura original, este volumen se curva para formar un cilindro, iluminado a través de un óculo cenital y un vano alargado, por el que se vislumbra la abundante vegetación que rodea la construcción. 

Gracias a su disposición en forma de L, se crea un patio exterior que dirige la mirada hacia los farallones que gobiernan el paisaje de la zona. La presencia de naturaleza, uno de los aspectos esenciales de la arquitectura vernácula, es resaltada, tanto simbólica como físicamente, por este patio central, pero en la actualidad esa acentuación está dada por la incorporación de grandes ventanales; en este caso, son pequeños vanos los que enmarcan fragmentos de paisaje, como si se tratara de obras pictóricas. 

Y a propósito de arte, la selección material en el interior se inspira en el arte povera o arte pobre, una corriente que se basa en el uso de materiales humildes o cotidianos, como tierra, piedras, hojas e incluso elementos reciclados.

“El aprovechamiento de los recursos disponibles, así como su integración con otros afines, nos permitió crear un lenguaje sensible con la naturaleza del sitio, los modos de habitar la vivienda rural y la autenticidad de las formas vernáculas”, señala el cofundador de Cabida Arquitectura.

Muestra de esto es la lámina galvanizada que reviste uno de los muebles de la zona social, así como el plástico “crudo” de las sillas de la sala; ambos materiales ofrecen una visión congruente con la estética austera de la casa. 

El elemento más relevante es el acceso a la casa. Este se compone de los restos de los muros que antiguamente delimitaban la cocina, cuyos bloques de adobe se impermeabilizaron para exaltarlos como vestigio del pasado y sentido del lenguaje arquitectónico utilizado.

Al fondo, apoyadas sobre la primera pared visible desde la entrada, están las puertas originales,  de nuevo como símbolo de la historia particular de esta vivienda, que es a su vez la historia de muchos hogares de su tiempo. 

Por otra parte, “la recuperación de estas antiguas técnicas y materiales significa un compromiso con la sostenibilidad de este oficio, pero también es una lección aprendida de uno de los grandes arquitectos de los últimos tiempos, Álvaro Siza, para quien el quehacer del arquitecto necesariamente está unido al del maestro de obra. En esta casa hicimos de ese pensamiento la base de nuestra operación”.

Finalmente, hay un texto de Siza que, con treinta años de anticipación, traduce en palabras la poética que encierra esta obra: “… cuando el saludable olor a cera de una casa, por otro lado bien ventilada, se mezcla con el perfume de las flores del jardín, y cuando en ella nosotros —visitantes irresponsablemente poco atentos a los instantes de felicidad— nos sentimos felices, olvidando nuestras angustias de nómadas bárbaros, entonces la única medalla posible es la gratitud, el silencioso aplauso; un momento de pausa alrededor, sumergiéndonos en la atmósfera dorada de un interior, al final del día”. 

Seis puntos para destacar  

1. Esta casa recupera antiguos saberes ancestrales del altiplano cundiboyacense, en contra de la arquitectura que despersonaliza el espacio doméstico.

2. Al no tener vidrio, los vanos permiten el libre flujo de aire.

3. Los arquitectos se negaron a contratar mano de obra no local. Los constructores son albañiles de la zona, conocedores de técnicas y materiales tradicionales.

4. El arte povera fue una de las corrientes artísticas que inspiró la selección de materiales, especialmente en el interior de la casa.

5. Preservaron la configuración original y adicionaron dos módulos, uno de ellos un cilindro hecho de ladrillo recocido.

6. El entendimiento del comportamiento térmico de materiales como el barro motivó a los arquitectos a incorporar una materialidad propia del lugar y de larga tradición. 

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