Un apartamento en Bogotá con un diseño que recuerda la vida en el campo

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Un apartamento en Bogotá con un diseño que recuerda la vida en el campo

Iván Ortiz

Durante las últimas décadas, en Colombia se ha visto un creciente movimiento de familias que se mudan de las ciudades grandes a los suburbios que las rodean. La promesa de una vida campestre, lejos de la congestión urbana pero cerca al mismo tiempo de los centros poblados, ha contribuido a la proliferación de parcelaciones privadas y casas de campo. 

La pasada pandemia contribuyó en gran medida a la reciente aceleración de dicho fenómeno, pero hay ocasiones en las que esto se revierte. Es el caso de la familia que habita este apartamento de tres niveles en el barrio capitalino de Rosales, quienes luego de pasar los meses de confinamiento obligatorio en una casa de campo en La Calera, decidieron regresar a Bogotá. 

Este cambio de contexto sembró en ellos el deseo de llevarse algo de lo rural a su nueva vida citadina y para lograrlo contrataron a la arquitecta Marisa Gómez, quien reformó la propiedad según esta premisa.

Gómez introdujo en el proyecto algunos de los materiales de la casa en La Calera. Así, la intervención se enfocó en crear una atmósfera monocromática y austera, en función de los acabados, más que en la modificación total del espacio respecto a la obra civil.

Fue una labor en la que solamente se tumbaron muros en el baño social y en la cocina, para recomponerlos. El propósito de esto fue integrar el nuevo ambiente neutro a la vegetación y la geografía que rodean la vivienda, con acabados reciclados y sinterizados, de bajo impacto ambiental.

El diseño del apartamento

Se trata de una obra de arquitectura interior que busca un vínculo con el afuera, con la montaña y el cielo. No es un proyecto de puertas hacia adentro, simplemente. Un claro ejemplo de esto es el estudio, donde el color verde de los muros amplifica la presencia de los eucaliptos que se ven por la ventana, y donde la posición del escritorio frente a esta vuelca la mirada hacia ellos. 

A su vez, en la cocina aparece una banca adosada a uno de los ventanales, que acompaña la mesa para desayunar con el fin de conformar un rincón orientado a la montaña sobre la que se construyó el edificio. Este ambiente trasciende su condición de servicio para convertirse en un espacio donde la familia puede encontrarse con el cerro.

La mayoría de las piezas de mobiliario las diseñó Marisa Gómez, mientras que algunas que tenía el cliente se modificaron y otras se compraron. Sus tonos grises crean un contraste sutil con los colores de la madera melamínica del piso, que genera un efecto de continuidad entre la arquitectura y los muebles.

El diseño de la iluminación, por su parte, contribuye también al sentido de moderación en el espacio, que no solamente refuerza la relación con el entorno, sino que además se distancia de algunas modas actuales que buscan la exuberancia. 

Finalmente, la terraza superior que corona el apartamento se intervino con una pérgola con estructura de acero y listones de madera que ofrecen un espacio abierto bajo sombra. Desde aquí se tiene una vista panorámica de la ciudad. Una segunda cocina, equipada con un horno parrillero, permite aprovechar esta área para la socialización y la contemplación del paisaje. 

En esta obra se reconoce la necesidad de establecer relaciones con el lugar que la rodea. Lejos de diseñarse como una colección fetichista de objetos, su arquitectura persigue constantemente los puntos donde el afuera y el adentro se tocan, y al hacerlo, trae algo del recuerdo bucólico del campo a la ciudad.

Cinco puntos para destacar

1. Los habitantes de este apartamento vivieron en el campo y querían llevarse algo de la vida rural a la ciudad.

2. La reforma se enfocó en reconfigurar el espacio por medio de los acabados; por eso, solo se derribaron muros en el baño social y en la cocina.

3. Los muebles se pusieron cerca de las ventanas para establecer vínculos visuales y espaciales entre el interior y el exterior.

4. Los materiales utilizados tienen insumos reciclados, lo que contribuye a reducir el impacto ambiental de la obra.

5. La terraza superior se comporta como un espacio para la socialización a cielo abierto, con vista sobre el paisaje urbano.

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